La obra
La crítica
Poemas dedicados por Pablo
Cartas inéditas y otros
Galería

 

 
Estudios


La crítica


Portada

 

ESPACIO PROPIO: UNA POETA EN LA CIUDAD


Eliana Ortega

 

 

Hace algunos años encontré, en una librería de libros usados en Santiago-Chile, la obra reunida de Winétt de Rohka, Suma y Destino; en ese entonces escribía yo ensayos de crítica literaria de escritoras latinoamericanas y había dividido mi libro en tres partes, cada una precedida por un epígrafe de versos que reflejaran mi intención al escoger a las escritoras incluidas en cada sección. Saltaron a mi vista los siguientes versos de Winétt de Rokha: "Os he puesto a vosotras, palabras todas/debajo de mi almohada, / una blanca, una negra, así contrapesándose, lo simple y lo difícil, /los dientes del pararrayos mascando agua de origen." Me atrajo el "mascar agua de origen," ya que mi libro era de alguna manera, mi vuelta a Chile, vuelta a casa, luego de una larga estadía en USA. Seguí leyéndola y preguntándome por qué no se la encontraba re-editada, no se la encontraba en las antologías; una vez más constataba el hecho de que las poetas, (con muy pocas excepciones), no aparecen en las antologías ni en los estudios canónicos de poesía. Fui dejando para después la lectura de Winnét de Rokha, porque habían otras, que tampoco se estudiaban, y demandaban mi urgencia de leerlas. Cuento esta anécdota porque me parece importante saber el origen del vínculo de la crítica con un autor. Siempre he pensado que no es casual la elección de tomar a un determinado autor para estudiarlo, sino que el lector se encuentra con un poema, por ejemplo, que lo hace detenerse por las imágenes, las ideas, la música específica que presenta. De alguna forma resaltan y resuenan en alguna parte de la intimidad o la memoria del lector. Es el diálogo entre el poema y quien lo lee aquello que induce a leer o re-leer la obra de un autor determinado, porque de alguna manera quien estudia ese poema participa de la pasión, de la memoria, de las preguntas y desafíos que la obra propone. El participar en este libro sobre Winétt de Rokha me llevó a re-leerla. Por ser mi costumbre, se impuso el paisaje representado en Cantoral (1916-36) y fue este libro el que finalmente elegí para hablar de ella; es una obra que aparece en un momento de la poesía latinoamericana en que reinaba la experimentación poética y poco espacio quedaba para concentrar la mirada de los poetas en el paisaje natural. En medio de este paisaje vanguardista, sí estaba presente como tal, la ciudad. Era una forma de aparecer, no tanto por "un plan arquitectónico, sino como una manera particular de ver, sentir, pensar la vida," para decirlo con Octavio Paz. Tampoco parecía frecuente encontrar el citado paisaje urbano en la poesía de las escritoras poetas de las primeras décadas del siglo veinte, en los escasos estudios que se encuentran sobre las obras de las poetas. Y sí puedo asegurar ahora que dicho paisaje está presente. Además, ¿por qué no habría de estarlo?, considerando que la ciudad es un tópico emblemático de la cultura del mundo moderno y las mujeres no sólo la habitaban, sino que participaban de la vida moderna: trabajaban, hacían política y eran parte de la vida cultural de las ciudades.

En la obra de Winétt de Rokha la aparición de la ciudad, de manera caótica e insistente, nos sorprende de principio a fin. Constatar esta presencia ineludible en su escritura, dirigió mi abordaje y me permitió ubicarla en un sitio especial de la poesía latinoamericana de las primeras décadas del siglo veinte. Un sitio, por cierto, que no concuerda con la categorización que la crítica misógina escribió sobre las poetas de entonces, a quienes consideraban el remanente sensiblero de una poesía amorosa, erótica y trasnochada del modernismo. Al leer la escasa crítica de la época es anonadante percatarse de la miopía y prejuicios con que se las leyó, que no dejó ver la hondura, riqueza y diversidad de la escritura de estas autoras, permitiendo su marginación y relegándolas al olvido. Injusticia que hoy tratamos de corregir. Pensemos más abiertamente y recordemos que Winétt de Rokha es contemporánea de artistas que desafiaron los cánones de la poesía, de la pintura, del pensamiento creativo de su época, como también de las costumbres y demandas sociales de las mujeres de las primeras décadas del siglo XX. Contemporáneas suyas en Chile eran Gabriela Mistral, Chela Reyes, Olga Acevedo, María Monvel, entre otras; si miramos el panorama literario de los países vecinos encontramos a Alfonsina Storni, Delmira Agustini y Magda Portal en Argentina, Uruguay y Perú respectivamente, por sólo nombrar a unas pocas figuras literarias de gran importancia. Ellas eran parte de la vanguardia poética, vanguardia que Mistral avalaba en el año 1933:

"Estimo en especial de las nuevas escuelas la renovación de la metáfora y de la imagen... Tiene el poeta de hoy excesivo gozo en su creación, y esto atolondra, con borrachera de alegría, como a los viejos atolondró con borrachera de amargura. El concepto de la vida interior es ahora más noble que el de los poetas románticos que lloraron con emociones falsas." (Arrigoitia, p.221)

Quien encarnaba mejor que nadie la innovación poética de los años 30 para Mistral, era Alfonsina Storni, por escribir una poesía que "se sacude del extremoso romanticismo criollo" y "porque está al lado de Juana la admirable, con el derecho de su poesía rica que tiene todos los motivos." Asimismo, Mistral manifiesta la esperanza de que algunas chilenas destaquen en el paisaje poético latinoamericano y declara:

"Nadie tiene mayor interés que yo en que al fin, demos algo las chilenas...Sé que la obra hermosa de unas nos prestigiará a todas...Haga esa obra J.Inés (seudónimo de Luisa Anabalón, luego Winétt de Rokha) O B. Vanini, la O. Acevedo y yo gozaré con la victoriosa." (Homenaje de Revista Orfeo, p.169)

Por su parte la participación activa de las poetas en las polémicas epocales son evidencia de sus importantes aportes al debate cultural; en Perú, Magda Portal declaraba en la revista Amauta:

"...el arte ha sido más bien un espejo anticipado del panorama total inminente a realizarse....el arte nuevo -verdad, sintetismo, humana alegría de vida, fuerza y creación- responde a esta gran época nuestra de la post-guerra, señalada por inusitados triunfos de la ciencia y el grito de libertad que lanza el hombre...el arte debe ser creador....hermanado en acción y pensamiento de la Revolución Social cuyas semillas fructifican en el mundo." (Verani, p.183).

Winétt de Rokha, obviamente, pertenece a este grupo de mujeres creadoras, propagadoras de la justicia social, y como era mujer de acción, consideraba el arte y la acción política indivisibles. Así eran las escritoras que permanecieron a la sombra de los poetas varones, tanto para el público de su época como de la nuestra.

Después de mucho deambular por los libros de Winétt de Rokha y conversar con sus poemas, porque creo con Gadamer que "el poema tiene que dialogar con el lector" y más aún que: "...el poema no dialoga solamente con el lector, el poema es en sí mismo un diálogo, un autodiálogo." (Gadamer, p. 142).

Concentré mi lectura en un poema de su libro Cantoral (1916-36), y elijo un himno a Santiago de Chile, tal vez porque al encontrarlo, las imágenes y voces de la infancia vuelven a mi memoria. Me refiero al poema "Santiago Ciudad." Quizás lo privilegio porque Santiago fue la ciudad a la cual llegué a los cinco años desde la provincia del extremo más austral de nuestro país. Quizás porque la memoria, al encontrarse con el poema "Santiago Ciudad," gatilla no sólo el recuerdo de algunos lugares que devuelven imágenes inocentes de una niña que visita "la capital" -ciudad moderna- por primera vez. Quizás porque en el recorrido que hace el sujeto lírico por la ciudad representada, experimenta esa fascinación y rechazo a la vez, que sienten los afuerinos. Por cierto, en el poema se lee el sentirse extraña y a la vez, inmersa vivencialmente en la ciudad y sus espacios. En la ciudad de Winétt de Rokha están presentes sus propios rasgos biográficos. Como especifica Gadamer: "...en la palabra poética, la autobiografía sólo tiene sentido si todos nosotros contamos en ella, si todos somos contados en ella." (Gadamer, p.153). En esta ciudad de Winétt de Rokha estamos presentes porque ella lo quiere así. En la tercera estrofa aclara que el poema es: "para los hombros de las mujeres rubias/ para las piernas escolares de los niños," y nos incluye a todos más adelante, cuando afirma: la ciudad es el "el nido de cada uno." Además, no me parece casual el hecho de que el poema "Santiago,Ciudad" esté ubicado, precisamente, justo en el medio del libro Cantoral. El título mismo del libro ya nos incluye, porque "cantoral" es el canto del pueblo entero en una participación comunitaria, como lo son los cantos religiosos. Esta centralidad del poema en el libro, llama la atención al lector, como también el énfasis que la autora le otorga a la palabra Ciudad, destacada en cursiva en la penúltima estrofa del poema. La ciudad, como ya hemos mencionado, tópico emblemático del mundo moderno, sugiere que la autora desea establecer esta capital santiaguina, y a ella misma como parte del cambio cultural, social, político, artístico, de la modernidad en el Chile de los años 20 y 30 del siglo pasado. Más aún, al nombrar la ciudad en destacado, el significante reverbera y deviene signo del desarrollo moderno.

El nombre del poema ya nos remite a una realidad concreta, como también nos conecta con una identidad y una pertenencia que nos une a una constelación de significados culturalmente atribuidos a la ciudad. Es así como el nombre propio adquiere sentido. Santiago -San Tiago Jacob- nos abre las puertas al mito, del Apóstol rodeado de misterio por su cercanía con Jesús. Primer mito, central, inescapable: el colonial. Barthes ha observado que el nombre propio tiene "el poder de exploración (puesto que uno despliega un nombre propio justo como lo hace con un recuerdo)...." (Espacios imaginarios, p.236), Este poema es recuerdo y es exploración, porque nombrar es también narrar/explorar. "Santiago Ciudad" es, hasta cierto punto, un poema narrativo en que la hablante guía al lector por el recorrido que hace, donde ella extiende o detiene su mirada por la ciudad. Winétt de Rokha transforma el acto de caminar, ya que se "asimila a la enunciación de la lengua" como diría Michel de Certeau; además la caminante de su poema es quien afirma, suspende, aventura, transgrede, y respeta las trayectorias que ella misma `habla'. Ciertamente, se detiene en sitios claves, describe algunos y recuerda otros. Sin embargo esta ciudad de Santiago, a diferencia de otros Santiagos, se distingue por sus características femeninas; o a lo mejor, por ser ciudad mirada y configurada por pies, manos y voz de mujer, la feminiza; ambas, caminante y ciudad se acogen mutuamente.

¡Cuántas mujeres deambulan por las ciudades!, en un mundo hecho trizas después de la Primera Guerra Mundial; observan el tumulto y simultáneamente escuchan el surgimiento de voces altisonantes de movimientos sociales nuevos, que esperan un futuro más justo, más incluyente de los hasta entonces marginados: los trabajadores y las mujeres principalmente.

En Europa, es Virginia Woolf una de las primeras que aparece en su literatura, deambulando por Londres en su propia escritura, entre el bullicio de la ciudad, en su novela Mrs. Dalloway (1925):

"In people's eyes, in the swing, tramp, and trudge; in the bellow and the uproar; the carriages, motor cars, omnibuses, vans, sandwich men shuffling and swinging; brass bands; barrel organs; in the triumph and the jingle and the strange high singing of some aeroplano overhead was what she loved; life; London..." (Woolf, p.5).

Aunque lejos de nuestra realidad latinoamericana, Woolf nos presenta a una mujer

en la calle, a una mujer tradicional, feliz en la calle, libre de las ataduras domésticas asignadas a su género. Pareciera ser que en sitios distantes del mundo las mujeres escapan del encierro casero (sin "cuarto propio"), a este espacio público (territorio de los varones) para hacerlo "su espacio propio," en el que pueden ser ellas mismas. Así también, Winétt de Rokha nos revela, en su poema, a través del diálogo de la hablante/caminante con su ciudad, a una mujer de clase media que sale a pasear por las calles de Santiago, a experimentar esa libertad de pensar a solas, de observar y sentir la ciudad, aunque con cierta extrañeza, sin duda, como lugar de pertenencia.

Llama la atención, desde un principio en la lectura de este poema, el énfasis que le da la poeta a la palabra ciudad, donde el sujeto lírico la siente su amiga/confidente y la celebra. La personifica, y aunque esté rodeada de artefactos y símbolos asociados a lo "masculino" (autos, tranvías, aviones, electricidad), el tono de la hablante es uno de complicidad. Conversan de mujer a mujer.

Entre una de las múltiples representaciones de la ciudad, encarna el símbolo de la madre, como mujer que cobija a sus moradores, sus hijos; hay que recordar que "el Antiguo Testamento considera mujeres a las ciudades;" y por otro lado, recordemos que "ambas diosas madres Rea y Cibeles, llevan una corona de muros." (Izquierdo, Acoso y ocaso de una ciudad, p. 26).

Comienza la alabanza a Santiago, ciudad "amurallada" de cerros y montañas, con los siguientes versos:

A tus orillas cantan aún las ranas azules,
sin embargo en tu corazón la multitud busca ritmo
Con ese acento eléctrico, ardido y cosmopolita del avión en vuelo.

Primera estrofa (woolfiana) de versos libres, largos, como si quisieran extender la ciudad al infinito; demarca los límites y ritmos de ésta, señalando que Santiago a principios del siglo XX era una ciudad rodeada de granjas y quintas, en que las "ranas" seguramente "aún" fecundaban el ambiente que aparece pacífico en el primer verso. Ya en el segundo, la locución conjuntiva adversativa "sin embargo," nos predispone a un cambio y a una alteración del paisaje bucólico insinuado en el primero, "la multitud busca ritmo," pero no en cualquier parte de la ciudad sino en el "corazón" mismo de ella. La hablante ve y oye cómo se vuelve cosmopolita esta pequeña urbe (un millón y medio de habitantes por entonces), asimismo percibe que las invenciones de la modernidad entran a modificar el paisaje de aspecto rural de una capital que dista mucho de ser gran cosmópolis.

La escritora se siente obligada a enfrentarse al tiempo histórico, consciente del paso de un mundo pre-moderno a uno moderno, porque "sin historia o tiempo, no hay ciudad." (Acoso y ocaso de una ciudad, p. 20).

¿Cómo era Santiago en 1929? Ubico el poema en ese año por los edificios que aparecen en algunos versos, que me permiten establecer una cierta fecha de aparición del mismo. En un recuento de las calles y barrios de Santiago, que realiza Miguel Laborde, él establece:

"La calle del Estado llegará a contener, en su corta extensión, dos y hasta tres comercios legendarios: el Edificio Comercial Edwards de 1898 en el remate de la calle frente a la Plaza de Armas, visible hasta hoy con su metálica estructura; Gath y Chaves de varios pisos en la esquina de Huérfanos que ocupa en la actualidad el Edificio España, abierto para el centenario de 1910 y, finalmente el Oberpaur, en la esquina surponiente de Huérfanos que fue el primero con escala mecánica, según modelo alemán -Edificio Schoken de Sttutgart- inaugurado en 1929." (Santiago: Región capital de Chile, p. 87).

Santiago, imitación de las modas arquitectónicas europeas pero marcada por su diferencia ya que como ciudad americana la naturaleza siempre se cuela por sus intersticios; pareciéramos necesitar parques para el ocio, diálogos con el verde, que provean una dimensión espiritual:

Ciudad americana, atrevida y triste,
te ciñe un cerco alto, desde donde te cae
aquel influjo blanco y boreal de las nieves calladas.

Imponente presencia natural la que rodea a Santiago y entra en este poema; hay correspondencia entre las palabras de Winétt de Rokha y las aseveraciones de Lezama Lima, cuando el poeta afirma: "Ante todo el paisaje nos lleva a la adquisición del punto de mira, del campo óptico y del contorno...el paisaje es siempre diálogo." (Confluencias: Selección de ensayos, p182). Queda claro en los versos anteriores que la autora no quiere salirse del paisaje de su ciudad americana, su interlocutora amiga; por eso, a pesar de reconocer los signos de la modernidad en ella, en la segunda estrofa humaniza la mirada de la hablante con dos adjetivos yuxtapuestos al describir a Santiago; la define "atrevida y triste." Atrevida en su nueva empresa moderna, triste en su historia, y en la deshumanización del cambio de época. Primero, se deleita en la belleza natural de la cordillera que la rodea; este punto de mira es aquél que pareciera gustarle más: el diálogo entre el espíritu y la naturaleza. Esa naturaleza que "tiembla" ante las "torres como llamas," "rascacielos que iluminan la tarde" que alumbran el Santiago del ayer de "plazas amorosas," "alegrías de fuentes italianas," "erguidas aguas inocentes;" "lenguaje caldeado," diría Bachelard. Sin embargo, en el momento histórico en que se ubica este poema parece quebrarse la armonía del fluir natural para dar paso al progreso material y a las "aguas de atardecer republicano;" seguramente una referencia a la república turbulenta de aquellos años. Winétt de Rokha no está ajena a los golpes de estado y exilios de presidentes chilenos, como tampoco está sorda al auge de las fuerzas sociales de aquella época. La tristeza y la melancolía ya se insinuaban en un poema anterior a "Santiago,Ciudad." En "Trayectoria cuotidiana," otro poema de Cantoral, la segunda estrofa contiene una hablante alarmada:

Habíase paralizado el silencio
en torno a la ciudad caótica;
yo sentía temblar las raíces dormidas
de los árboles, en mi corazón.

(...)

El paisaje quedó transfigurado,
y hubo un tartamudeo
de balidos, de trinos y de bramidos...


Winétt de Rokha está muy consciente en este libro, que la "modernidad rompe con el principio de perennidad de la tradición... `desvanece' lo que es sólido. Al privilegiar la movilidad, la "raíz" se encuentra amenazada, como diría Marshall Berman. Tópico, por lo demás, recurrente en Cantoral. Los versos del poema que acabo de mencionar, anticipan en algunos aspectos a otros de "Santiago Ciudad," en los cuales, leemos: "Hacia los barrios que se multiplican ingenuamente /avanzan las gentes preocupadas, presurosas de la vida propia." La preposición"hacia" indica el movimiento vanguardista, el de la ciudad moderna inquieta en su nomadía, en la que se reconoce el progreso, pero al mismo tiempo se siente la tristeza de los trabajadores que vuelven a sus hogares, sin ver la ciudad, movimiento contrario al de su propio deambular contemplativo, placentero. Hay una cierta desazón, un cierto rechazo cuando "Repercuten los tranvías por los puentes viejos de la Recoleta;" para paliar la alienación producida por ese ruido, la caminante se refugia en un paisaje religioso simbolizado por las iglesias, "las casonas vastas" y "las rezadoras atávicas" que la llevan por un momento, a una ciudad del pasado, un Santiago tradicional; irónicamente son espacios de acogida donde prima la presencia de las mujeres. Su deambular continúa en busca de otros refugios que le brinda su ciudad amiga.

La siguiente estrofa comienza con un enfático "Ahora," adverbio que marca el presente esperanzado que co-existe con la tristeza; es el ahora quien lleva a la caminante/enunciante y a sus lectores y nos traslada con ella, a los barrios de corazón sencillo y sereno, "el hogar recóndito," "el nido de cada uno." La ciudad vuelve a ser la madre que acoge, claro que esta vez "el nido" es para los que pueden trasladarse a los "parronales" de los barrios en que la naturaleza predomina, barrios de habitantes acomodados hacia el oriente de la ciudad. Contradicciones de la modernidad y privilegios de la burguesía en ascenso. En una estrofa hacia el final del poema, la caminante le recuerda a su "ciudad" que está:

despierta y dormida, dignamente en ti misma;
abres las puertas;
piscinas, canchas de tennis, cárceles, fábricas,
el rico todo de oro,
el pobre con su atado de sombra.

Aunque la crítica a la burguesía no es explícita, como sí lo es en otros poemas de Winétt de Rokha, ya se esboza la ciudad "donde todo se confunde, / y vive la sombra su rumor, / contra las vidas...," ciudad que empieza a perfilarse con la sombra que produce el progreso y el capital. Porque Winétt de Rokha conoce muy bien lo que implica la modernidad: "...el auge de la burguesía, el desarrollo económico capitalista con sus correspondientes manifestaciones políticas y, sobre todo, la crítica de este conjunto de hechos históricos." (Acoso y ocaso de una ciudad, p.37) Eso sí, a diferencia de otros poemas en que la denuncia social-política es explícita, en este poema la enunciante no declara su ideología frontalmente. Su caminar sólo suaviza los contornos del "nido;" se queda con su impresión pictórica, idealizada y estética de "la bella e incierta peregrinación del espíritu." Porque Winétt de Rokha sabía que, como bien lo explicita el urbanista chileno Ricardo Greene:

"Las ciudades están hechas de cuerpo y alma. Esta idea, relativamente extendida hoy en los estudios de la ciudad, fue obviada por la disciplina urbana desde que se constituyó como tal a mediados del siglo XIX. Es probable que la omisión no se haya debido a una falta de interés....en las variables culturales...Por esa época, el aire de Occidente se encontraba insuflado de ideas modernistas que abogaban para que la sociedad se reconstruyera entera desde sí misma: la política debía racionalizar sus estructuras y procedimientos, la economía transformar sus formas de producción y la cultura inaugurar un modo-de-vida que fuera propiamente urbano." ("Estética y ciudad: Cuatro recorridos analíticos," p. 51).

Es por eso que al seguir a la hablante de "Santiago Ciudad," se siente la sensación de ir tras una paseante sin rumbo fijo, consciente de que dentro de lo caótico de la ciudad, hay un cierto orden natural y mítico que la contiene. Esta ciudad aún guarda "el camino de los días evaporados" cuando "la piel nueva" de la ciudad, no resultaba amenazante. Guardaba memorias del pasado, como los rincones cotidianos por ejemplo:

Guardas el camino de los días evaporados;
aquel sauce de cobre oxidado, aquel banco municipal,
su sombra y mi sombra iluminadas de piel nueva y de esperanzas,
la tarde, copiosamente estrellada de rumores y azules románticos,
y, como un loto negro, imantado, abierto,
la noche remota, abrigadora, encerrando la cantidad de nuestras almas.


Seguimos el "mucho andar, mucho andar..." de la caminante por su ciudad, que se abre a lo extranjero, a la presencia de los automóviles, a los teatros y a los cines, a la cultura urbana. Y como todo se feminiza en la mirada de la hablante del poema, escoge a la figura de Greta Garbo, "la nórdica iluminada y pálida," de entre todas las que están presentes en aquel Santiago, a través del cine. La Garbo es símbolo de la mujer moderna y desafiante, defendida y misteriosa, como lo es esta nueva ciudad-mujer que la poeta admira:

Te sumerges, te elevas, te extiendes, te lavas el alma,
                                     ciudad.

Nuevamente se destaca, se aísla, se sitúa sola la ciudad, como la propia Garbo, distinguida, y única entre muchas. La mención y centralidad en que el sustantivo ciudad cuelga del verso anterior es una confirmación del intento de situar a Santiago en un lugar central de la modernidad; en los versos siguientes nos dice:

Hombres y mujeres-niños, tras las tiendas occidentales,
Gath y Chaves, impasible
mirando las cinturas de plata del Oberpaur,
el almacén lírico y tranquilo,
arquitectura desenfadada,
con el número armonioso del pincel de Matisse.

La "arquitectura desenfadada" de los edificios nombrados, los primeros en introducir el concepto de multi-tienda y el Oberpaur, edificio con la primera escalera automática en Santiago, hechizan a los habitantes y representan los síntomas modernos que no resultan agresivos para la mujer que los compara con una pintura de Matisse, el pintor fauve. En realidad, toda la estrofa anterior es casi una postal santiaguina "a lo Matisse," en el sentido de privilegiar el cromatismo antinatural de los edificios, la utilización subjetiva del color, la supresión de los detalles y la tendencia a la simplificación, a la búsqueda de armonía, tranquilidad. No hay duda, Winétt de Rokha hace de Santiago "su espacio propio," un paisaje que poco a poco entra a la modernidad. En la estrofa anterior estamos en el centro comercial elegante de la época, y la ciudad resulta amable para la mirada de la caminante, quien lo observa todo. Eso sí, como en la mayor parte de su libro Cantoral va a privilegiar los espacios naturales, como: jardines, parques y cerros de Santiago, hacia los que vuelve la mirada:

Desde mi vida, miro el San Cristóbal,
el cerro que justifica tu estilo como el acorazado en el puerto;
aquellas lucecitas que juegan a la ola,
los reflectores que, minuto a minuto, se entreabren, como párpados,
y blanca, sola, muda, en lo más alto, la leyenda de Jesucristo,
blanca, sola, muda.


"Desde mi vida," desde su subjetividad y su propia experiencia, desde su visión personal elige mirar el cerro San Cristóbal al que compara con un "acorazado" que protege a la ciudad, que la distingue de muchas otras; el cerro, con su parque humaniza el paisaje. Además, el Cerro San Cristóbal es un espacio democrático en que la ciudadanía puede compartir. Los parques públicos para Olmstead, el paisajista estadounidense, son espacios que: "alentaban los sentimientos democráticos," y "eran sinónimo de justicia social y participación de las clases segregadas..." ("El paisaje como cifra de armonía," p. 137). Este cerro santiaguino es además destacable para la caminante/hablante, porque en su cumbre, una mujer, la Virgen del San Cristóbal, otro ícono femenino solitario, acoge, contempla y protege la ciudad. Como mujer blanca, la Purísima, se encuentra sola y muda, situación por lo demás acorde con el rol de la madre en la estructura social patriarcal de entonces.

Con aquella imagen de soledad, afín a ella misma, la andante sigue su caminar. Llega a un lugar y a un triste momento biográfico; llega al cementerio en que también, como estatua sola, se encuentra la presencia de uno de sus muertos, "la figura herida que durmió sobre mi corazón una Primavera." Estos versos son un paréntesis de tristeza que contrastan con el resto del poema en que prima la esperanza. Pero antes, el yo lírico yuxtapone el artificio del paisaje del cementerio, representado siguiendo la estética de su tiempo, con el de la naturaleza; equipara las creaciones artísticas y naturales con los malabares de las imágenes futuristas:

En la juventud de tus parques, yo escribo
caballos y aspectos de novedad, llevando la línea de nuestros héroes,
caballos de mármol, en cuyas fauces abiertas,
penetra este viento que tú y yo amamos, mariposa en Febrero,
la pezuña hincada y decidida,
los ojos con luz cóncava, llena de amaneceres y noches inmensas.

Imágenes nuevas del arte post-impresionista con elementos que sugieren poder dinámico, escultórico, en contraste con la naturaleza que traspasa esa artificialidad; "los ojos con luz cóncava" logran una mirada profunda que empalma con la fugacidad de la vida, con sus momentos sombríos y traspasa así el artificio. Hay figuras, metáforas que se pueden leer como la oscilación de la poeta, entre la modernidad y el pasado, establecido en los versos en que la ciudad vive en su memoria, al mirar el otro cerro de Santiago:

Tu orgullo provinciano escala el Santa Lucía;
recuerdo mi alegría de siete años,
correteando a la rueda saltadora
y cómo veía abajo un mundo pequeñito.

Vuelve a la memoria, porque la ciudad vive por la memoria y vuelve nada menos que a su sitio fundacional: el cerro Santa Lucía. "Amamos tanto un lugar cuanto más cercano sea, cuánto más nos remite a imágenes de nuestra historia y vibra con nuestro pasado;" nos dice Winétt de Rokha así también, leer una ciudad como la que la autora nos brinda, implica percibirla según "el cuerpo y la memoria, según la memoria del cuerpo." (Espacios imaginarios, p. 38). La ciudad vuelve a ser espacio imaginario, configurado en su memoria, fundiéndose con el cuerpo de origen materno. La fertilidad de esta ciudad en perpetua transformación, le atrae a la hablante/caminante, y tal vez por eso compara a Santiago, su ciudad, con las grandes cosmópolis:

Se produce vida en ti, como en Constantinopla,
en Paris, en Londres, en Ginebra, en Nueva York, en Roma;
te visitan los acontecimientos y las estrellas,
y acaso una canción sin nombre
o el nombre milenario de una canción...

Winétt delira en la admiración de "su" ciudad capital. La vida, que en la misma época celebra Woolf en "su" Londres la desea nuestra autora caminante para Santiago. Su amiga-madre-ciudad sería así parte del contexto mundial de la modernidad.

El poema no termina con la solemnidad del himno del cantoral. Los dos últimos versos del poema, producen extrañeza, ya que hay una vuelta de tuerca, desde la grandiosidad del afuera, a la intimidad de la canción. El himno revela una inquietante incertidumbre. No hay certeza si "una canción sin nombre" llega a Santiago o no, ni tampoco de si otra, con "nombre milenario," es propia del canto de la caminante en su ciudad. Los puntos suspensivos, al final del poema, corroboran la duda de este sujeto lírico femenino; el extrañamiento que no estaba presente en el gesto afirmativo del título del poema, aparece hacia el final. ¿No nos estará indicando la autora que este diálogo con Santiago, el tejido urbano que ella misma urde, el texto-ciudad, no es nada más que su propio texto, su espacio propio, su propio canto que deviene canción? "Santiago Ciudad," puede ser un momento gratuito, una oportunidad transitoria de contemplación de su espacio propio, su propia escritura.

 

Referencias bibliográficas

  • Agamben, Giorgio. (2001). Infancia e historia. Buenos Aires: Adriana Hidalgo.
  • Arrigoitia, Luis de. (1989). Pensamiento y forma en la prosa de Gabriela Mistral. San Juan de Puerto Rico: Editorial de la Universidad.
  • De Rokha, Winétt. (1951). Suma y Destino. Santiago, Chile: Editorial Multitud. Espacios Imaginarios: Primer coloquio internacional. (1999). México, D.F.: UNAM.
  • Gadamer, Hans.Georg. (1999). Poema y diálogo. Barcelona, España: Editorial Gedisa.
  • Izquierdo, Yolanda. (2002). Acoso y ocaso de una ciudad: La Habana de Alejo Carpentier y
  • Guillermo Cabrera Infante. San Juan de Puerto Rico: Isla Negra editores.
  • Laborde, Miguel. (2004). Santiago:Región capital de Chile. Santiago: Publicaciones del Bicen- tenario.
  • Lezama Lima, José. (1988). Confluencias: Selección de ensayos. La Habana, Cuba: Editorial Letras Cubanas.
  • Mistral, Gabriela, en Homenaje Revista Orfeo, Nºs 23-24-25-26-27. Santiago, Chile.
  • Rodríguez-Plaza, Patricio, (Comp). (2007). Estética y ciudad: Cuatro recorridos analíticos. San- tiago, Chile: Frasis.
  • Silvestre, Graciela y Aliata, Fernando. (2001). Buenos Aires: Ediciones Nueva Visión.
  • Verani, Hugo J. (1986). Las vanguardias literarias en Hispanoamérica: (Manifiestos, proclamas y otros escritos). México: Fondo de Cultura Económica.