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por Julio Tagle
El medio social,
terrible selva donde pese a todos los refinamientos siguen imperando
las normas rígidas de los estadios primitivos, posee un descomunal
oído subterráneo,
en cuyo centro, balanceándose en fina cuerda, la conciencia semeja un animal erizado,
desproporcionado por el volumen
de los prejuicios.
Cual más cual menos, periclitamos al borde de las veleidades del conglomerado social,
para ser héroes, mártires
o simplemente nada.
Al escritor, más bien al gran escritor, el destino le asedia implacablemente, imponiéndole una línea de conducta en la que no se barajan los términos medios, sino los
rotundos, los decisivos, los que abren perspectivas en el
destino humano.
La gran aventura
de la creación artística va indisolublemente unida a la gran aventura
de la vida diaria.
Son paralelas fatales.
Y la condición
humana, la calidad del material que integra la personalidad, aflora
en la obra y graba a fuego en ella, el destino del autor.
Al hablar
de la condición humana, me refiero a esa sorprendente cualidad, que nos permite sobrepasar las condiciones de nuestro circunscrito
origen social.
Llegamos a un mundo realizado; y rebeldes
o vasallos, es ínfima
la parte que lograr-
nos modificar, en tanto no adquiríamos conciencia plena de las circunstancias que nos
atenazan.
No obstante, nuestra conciencia en permanente vigilia, sopla sus vientos y para el lado que estamos
mejor o peor dispuestos, avanzamos o retrocedemos, para ser secuaces del progreso humano o sus enemigos.
¿Qué podría estimarse como condición humana, sino el atributo de sentirse solidario
con los intereses vitales
de esa parte de la sociedad
que padece el rigor de la supeditación
y la injusticia?
Aducir otras
causas, es enfangarse en la vanilocuencia, pues el sentido
actual de esta concepción, reclama un estado de conciencia alerta, paralelo a los grandes postulados
de reivindicación
y justicia social.
Por eso al recordar a Winétt de Rokha la escritora, no podemos disociarla de la mujer.
Perteneció ella a esa estupenda especie
de seres que avasallando caducos
convencionalismos de clase, torna en la sociedad una posición definida,
y resueltamente se abanderiza con los ideales del hombre oprimido. Y no de una manera simplemente teórica
o académica. No. Ella entró en el vórtice de las inquietudes de este tiempo,
con pasión
y convicción profundas.
Fundió a su obra literaria
el grito de desesperación indignada
de esta humanidad contemporánea, sometida al plomo derretido de los dos grandes cataclismos bélicos del medio siglo.
Ella comprendió que la literatura es también una herramienta para romper cadenas,
y no sólo oficio vacuo
para deleite de panzudos satisfechos de la vida.
En su sensibilidad de mujer, madre y artista, penetraron los horrores de las mujeres
y las madres
de todas las latitudes y señaló a los victimarios con energía justiciera.
Porque ella comprobó que la crueldad y la explotación no son como "el pecado original" lacras fatales,
sino el producto y consecuencia de una anomalía
desgarradora. en el proceso de distribución de los bienes materiales. Por eso condenó este mundo escindido
y sus cantos
están inficionados de la ardiente esperanza que, pese a todas las vicisitudes,
la VIDA será del género humano y que de esta etapa
acribillada de desgracias, el hombre pasará del "REINO DE LA NECESIDAD AL REINO DE LA LIBERTAD."
Tener el coraje de un ser definido entraña
serias desventajas,
cuando la querella
personal se ejercita en el campo
dominado por el adversario. Significa ponerse
al margen
de los pequeños placeres de la existencia. El ser escritor, implica tener
el carácter entero
del héroe, para soportar el vacío y respirar la atmósfera cargada de hostilidad. Porque ello
determina vivir en una especie
de anonimato, donde
ni el talento ni las condiciones
superiores interesan, pues lo que se exige de un poeta, escritor o artista, es la actitud rastrera o inocua, la servil
entrega a lo injusto y perverso.
Winétt no concilió; Winétt no traicionó
sus sentimientos y convicciones. Por eso siendo una gran poetisa, pasó como desapercibida,
incluso para quienes tenían la obligación de sentirse interpretados en su obra.
Otros se adjudicaron el reconocimiento,
porque como los falsos profetas, se sometieron al proceso de maceración, y no obstante
fueron exhibidos en el museo de la fama circunstancial,
en calidad de elegidos.
¡Pero el juicio histórico, como una gran tempestad, arrasa los dioses de pacotilla, y
la hora de la verdad aunque tarda, nunca olvida!
El paso por la vida no significó inútil ni ocioso experimento. Desentrañó de cada instante, los elementos
esenciales de la existencia y los incorporó a su poesía.
Las tribulaciones, desventuras, miserias
y grandezas del habitante
americano, acen- tuaron sus sentimientos de horror y justo odio hacia los factores de nuestro sometimiento,
y se reflejaron en su poema "EL VALLE PIERDE SU ATMÓSFERA."
Winétt de Rokha no ignoró los
nuevos peligros que amenazan al hombre
actual.
No hizo oídos sordos frente a los preparativos de la nueva carnicería que se equipa con los más siniestros implementos de exterminio. En esta disputa, como a lo largo de
toda su vida, estuvo con la humanidad
trabajadora, natural enemiga de las guerras.
Todas las buenas causas la encontraron,
guerrillero de primera fila.
¡Fue
fiel al pueblo; fue soldado del pueblo; fue poeta del pueblo!
Ésta era la condición
humana de Winétt de Rokha.
1 En: SYD, p. XLVIII-LI.
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