*1
por Humberto Díaz-Casanueva
Rindo un sincero homenaje a Winétt de Rokha y me duele verla inmóvil,
oprimida al
otro lado del tiempo dándonos la plenitud de su soledad final a nosotros que la recobramos
a través de su admirable poesía y de sus atributos
de mujer plena. Creo que se retarda el
paso de su sombra ante tantos cristales
que precipitó su espíritu
imperioso y lúcido. Supo
del
flagelo del, sueño y del viaje a los abismos,
de la pasión y del ser elemental
quebrado en
espejos cegadores; pero, siempre tiene el don de invocar todas las posibilidades de lo
real sin perder jamás la secreta armonía
de su vida interior y la necesidad
de reconciliar
lo espontáneo y simbólico con una actitud
valorativa esencial. Su poesía no es sólo el goce
de imágenes sensibles
brotadas del azar sino el fruto de una intensa
experiencia humana. Me gusta considerar su arte en sus más hondos
planos, al margen
de anécdotas
o de tesis,
en la raíz de sus visiones, allí donde fluye su secreto manantial y estallan revelaciones ontológicas. Entonces aprecio la conmovida y extraordinaria intensidad
de su obra. Muchas veces encontraré a Winétt por el mundo, pero ella está crucialmente aquí,
en el limo de Chile y aquí me baño de su mirada pura e
inextinguible.
Santiago, 5 de
Diciembre de 1951.
1 En: SYD, p. LXXVII-LXXVIII.
|