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CUENTO DE PROVINCIA
Cuatro o cinco muchachos juegan
a las bolitas;
sus corazones
ruedan por la tierra vestida de sol;
viven un círculo, un poste,
un perro,
más allá una alegre vieja que sonríe
con una risa de nuez apolillada.
Desde la Oceanía de mi jardín, escucho,
la silueta de mi hijo que se quiebra en dos orientes.
Yo
adivino que sus ojos son las únicas estrellas
del cielo,
iluminando los zapatos proletarios
como cabezas
de mitos en piedra obscura.
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