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PUEBLO DE ABEJAS
Fruto maduro, caerá de
mi vientre,
palpita, se dora como un maizal
en sazón,
nada le inquieta sino ser.
El
viento lo agita, como a los cogollos de los álamos
los cantos queridos lo adormecen
cuando caen las hojas, como
si cayeran
lágrimas sin llanto;
presiente el paso infantil de las cabras sobre la mañana,
el regreso de los girasoles
de la tarde,
la Cruz del Sur, prendida
en el desnudo absoluto de la noche.
Después,
se duerme como la hoja del bambú,
inclinado hacia abajo,
alargándose, como un péndulo,
sin brazos,
sin ojos,
sin voz,
materia en sombra, acurrucada
en el vértice
rojo de mis entrañas.
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