|
|
OTOÑO EN 1930
Sobrecogida, bajo el arco cándido,
de los vientos azules,
arrojo desde mi balaustrada en avance,
(como labios que van a besar),
la mirada hacia el océano amarillo.
Todo
vive ese olor mojado
de rosal llovido
y de naranja;
el gato -flor de cardo
de invierno-
se electriza y se hace cantar,
las moscas buscan las vigas ahumadas,
las gallinas cloquean1 y sacuden su ropa
interior;
y mi corazón
trata de acomodar su tristeza de velos
desgajados,
descalza y sin pupilas.
1 "cluquean” en C, p. 74.
|
|
|
|
|