LENIN
Brazadas de rosas de sangre cayeron de tu pecho
hacia el corazón de los entristecidos del abismo: viejos,
mujeres, niños, hombres,1
e hiciste de la hoz y el martillo, la insignia de la pasión y el amor proletario.
Tus
dulces ojos tuvieron la dureza
del diamante
el día enorme del día de la revolución heroica,
hoy dormidos,
inmensamente, en la Plaza Roja.
Se
derrama tu espíritu como un río de preciosos
rubíes
cantando la sociedad futura y su
destino
entre los árboles
y las montañas del mundo2
tu espíritu, de orillas inconmensurables.
Del lado de los inocentes
fuiste látigo y huracán para
los traidores nocturnos.
Faro
de relámpagos en el vértice de la historia,
heroico conductor de multitudes sedientas
y dulce, muy dulce camarada.
A la sombra de rojos
claveles
tu línea de fuego acaricia la sonrisa de piedra de Karl
Marx.
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