LA PASIONARIA
Desde su ojo de santa resplandece
un día embanderado,
y los apretados
labios estrujan manolas y verdes
congojas;
es la abuela de innumerables hijos,
y la hija de fuego de la revolución española;
por eso la saludan entre las flores.
Por guerrera, es como si la luna
presentara su resplandor a la bala fascista;
parece que un
viento de tempestad le hubiese azotado
los cabellos;
y sus cansados pies atraviesan las tierras ardientes como dos naranjas de sangre.
No son las pasajeras del mundo,
capaces de ver uno solo de sus enormes gestos,
porque su mano significa la verdad
justa,
y su voz la
única canción de la primavera;
canasta de claveles
de Andalucía,
los dolores y los sueños del enigmático castellano y
su cansada cabalgadura
semejan la joya
de su cuello.
Femenina
como flor de dulce perfume,
severa y grave como la voluntad inminente,
llena del sentido de las pequeñas cosas.
Su
palabra y su sombra gigante atraviesan las fronteras,
frente a frente a las pupilas de Francia;
y toda una-nación se detiene a su libre ribera;
nieta del sol
viajando entre
palomas de aluminio.
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