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TRAYECTORIA CUOTIDIANA
El
alba me iba ofreciendo en racimos,
sus
copas de perlas lívidas;
engarzadas en el collar del viento
refrescaron mis senos desnudos.
Habíase
paralizado el silencio
en torno a la ciudad caótica;
yo sentía temblar las raíces dormidas
de
los árboles, en mi corazón.
En
su vestido de baile, la aurora
lucía aún pálidas estrellitas;
una ráfaga imprevista cambió el rumbo
de sus ideas a la arboleda pensativa.
¡El sol!
El paisaje quedó transfigurado,
y hubo
un tartamudeo
de balidos, de trinos y de bramidos...
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