XI
Impregnada
de efluvios
de un desaliento; irónica,
lloraba, revolcándome
en mi dolor a solas...
Revivían sus mofas
y
(extraño sentimiento)
el sufrir era grato
a mi cerebro enfermo.
Me sentía más grande
y el alma arrodillada
medía el pensamiento
en su extensión1 más2 cara.
Creí de la conquista
libar el
vaso de oro
que me ofreció el análisis
de su mezquino encono.
Vanamente... hoy
sus ojos
me miraron sin ira...
y me sentí pequeña
juzgándome yo misma!...
1 Sin tilde, p. 32.
2 Ídem.
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