VIII
Ante los blancos ídolos,
esculturas de carne,
en donde nuestras
fuerzas
desorientadas caen,
nos hacemos artistas
para
admirar la estatua
que el molde caprichoso
del pensamiento acaba.
Y ciegos... siempre ciegos,
nos inclinamos mudos
ante los blancos ídolos
de carne de este mundo.
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