La obra
La crítica
Poemas dedicados por Pablo
Cartas inéditas y otros
Galería

 

 
Horas de Sol


La obra


Portada

 

 

 

PLEGARIA


XVIII

 
He caído1 de rodillas ante tu imagen2 bendita, Madre santa, Virgen3 misericordiosa y buena, sin lágrimas y muda de dolor. A ti acudo buscando un bálsamo para calmar mi pena; solo tú sabes en qué estado se encuentra mi pobre corazón enfermo.
¡Oh! cuántas veces, María, tú me has mostrado tu gran dolor, tu mártir y santo paso por este mísero valle de lágrimas. ¡Cuán pequeña me encuentro para comprenderte!
 
Tú me dices: ¿dónde están los pesares ante los cuales sientes desmayar tu energía? Mira los míos, el dolor de los dolores, el pesar de los pesares ¿has perdido un hijo adorado? ¿lo has visto ignominiosamente morir? Las espinas de su frente, los clavos de sus manos y de sus pies, la herida sangrienta y profunda de su costado ¿han traspasado tu corazón con agudas espadas?
 
Madre santa, Virgen4 misericordiosa y buena, tu dolor es sin igual, tu pena in- mensa; mas,5 la tuya es divina y tú6 eres santa inmaculada y mi dolor es humano y sin humano consuelo. La fe en las criaturas la he perdido; sólo7 vive en mí tu amor divino y a él me acojo para no resbalar por la difícil pendiente llena de espinas, donde mis pobres y cansados pies caminan.
 
Madre santa, Virgen8 misericordiosa y buena, desde tu trono de luz de caridad y de amor infinito en que estás,9 mira a esta débil criatura y compadécete de ella...
 
 

 

Fin

 

1 Sin tilde, p. 135.
2 "imájen," p. 135.
3 "Vírjen," p. 135.
4 Ídem, p. 136.
5 "más," p. 136.
6 Sin tilde, p. 136.
7 Ídem.
8 Ídem, nota 121, p.136.
9 Sin tilde, p. 137.