DEMASIADO TARDE
VI
Y quisieron creer en la posibilidad de amar nuevamente, de elevar entre ellos, pobres
seres descreídos, un nuevo altar
al ídolo de los ídolos: al amor.
Se ahogaron en infinitas promesas, reían para acallar la voz del hastío que con sar-
cástica sonrisa palpitaba bajo la máscara de sus rostros pálidos.
Siluetas confundidas de cabelleras
rubias,
tez
morena, ojos de colores variados, claros, oscuros, vivos, tristes, que en desordenado tropel desfilaban ante él al querer sumergirse en las pupilas
oscuras de ella. Su exterior juventud lo animaba a hacer frente
al Destino, dándole
un mentís1 en
pleno rostro a su alma que reclamaba paz y que sin
cesar repetíale: ¡Es tarde! Eres incapaz de amar.
En vano su palidez enfermiza, llena de romanticismo, se hacía2 más3 intensa al querer reconstruir antiguas palpitaciones de una vida vivida demasiado rápidamente en el torbellino de los locos años de su primera juventud.
Sumida ella en una contemplación, en una adoración
digámoslo así, persistía
en guardar fidelidad
a una sombra. Y se gozaba en sufrir acaso porque en su alma ese estado
torturante le comunicaba cierta belleza
espiritual.
El ser real que en aquella
sombra se encarnó
y tal sentimiento le inspiró,
había desaparecido; pero ella seguía amando la ilusión
de un conjunto de ideales
propios, al amor
en sí mismo, y cuyo nombre de bautismo le parecía más hermoso
que aquél4 con que5 quería confirmarse.
También quiso interesarse sinceramente por aquel hombre que se interponía
entre
la realidad
de la vida y el sueño estéril.
Acaso lo consiguió en parte... ¡Cómo llegó a
considerar monstruosas aquellas vanas cavilaciones que en encontradas y humillantes luchas se agitaron en el fondo de su ser sensible y débil!
Rodeó a su nuevo ídolo con los anhelos
de su corazón y sin ver miróse en la limpidez
de sus pupilas azules.
Renació la calma tras los días de efervescencia pasional y sin saber cómo sintieron
el peso de la capa abrumadora
del hastío.
Se miraron con reconcentrada crueldad. Para ambos6 aquella prueba era la confir- mación de que sus almas no debían
esperar ya.7
Sus corazones eran centros vacíos donde hubo atmósfera
impregnada de amor pero
que se había absorbido8 y confundido quizás en el azul,9 como
se confunden en el
recuerdo las visiones confusas del sueño.
Reflexionaron y cada uno se internó en las tenebrosas contracciones de sus amplios cerebros.
Un adiós10 frío11 como caricia de ultra-tumba12 los separó para siempre.
Mas,13 a través14 de
la vida, cuando sus espíritus
vaguen en la soledad
trágica de los que saben pensar, ambos15 talvez16 exclamarán:
¡Nos encontramos demasiado tarde!...
1 Sin
tilde, p. 60.
2 Ídem.
3 Ídem.
4 Ídem,
p. 61.
5 "conque," p. 61.
6 "ámbos," p. 61.
7 Sin
punto, p. 61.
8 "absorvido," p. 62.
9 Punto
seguido de minúscula y no coma, p. 62.
10 Sin
tilde, p. 62.
11 Ídem.
12 Sic, p. 62.
13 "Más," p. 62.
14 Sin
tilde, p. 62.
15 "ámbos," p. 62.
16 Sic, p. 62.
|