DEDICATORIA
Cuando los primeros
dolores, semejantes a la
llovizna fina pero
empapadora que cubre los campos, habían caído sobre mí, tu sombra,
confundida con las sombras de la
noche, se irguió encarnándose en una forma real.
Y ante ti confesé
con orgullo lo que se ocultaba en la forre de marfil en que me había
colocado una ciega obstinación.
Hoy, que el temor a los prejuicios1 nos tiene alejados,2 aherrojada como3 una princesa
de leyenda, desde mi castillo encantado
escribo versos y prosa saturada
de resplandor
de sol.
Y lo escribo
todo para ti, para ti que amaste la revelación
de mi alma de mujer a
través de la mirada, antes
de que se hubiera desdoblado dolorosamente entre estos
fríos signos escritos.
J. I. de la C.
1 "preiuicios," p. 1.
2 "aleiados," p. 1.
3 "coma," p. 1.
|