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Oniromancia


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CADENA DE VERBOS

 

Ventana desteñida, acuaria,
y un cortinaje como muchas frutas exprimidas como vino nuevo:
redondo, alegre, rural, el jarrón de greda quemada,
oliendo a barros amasados y a mano de campesina;
se quiebra la luz sobre el vientre del día,
y, como cabellos nacidos,
los clarines gotean su líquido multicolor
en la atmósfera plácida.
Una mano, mi mano, separa las cretonas
y mira por la vidriera azul.
 
Abrazando el río,
enterré la mirada entre las algas de la orilla,
reventada de flores y azules memorias.
Todo gira, en ese vaivén de barco o nube o pensamiento,
porque crío10 en el alma esa transparencia
que tienen las ideas del mar, los ríos y las lágrimas.
 
Una honda se floreció en piedrecillas,
fue un pinchazo de luz,
que se abrigó en la superficie violeta y violenta,
enormes pájaros amarraron mi pensamiento,
arriba, triángulos y circunferencias,
la ruta, a pesar de todo el avance recto de bala, de amor, de desarrollo,
era una sola e interminable lengua de acero.
 
Tu pelo es negro como el fruto de la zarzamora,
brilla y se quiebra en un azul tempestuoso,
y tu frente levanta su ojo y mira con imperio escrita de rutas,
sobre tus ojos -esmeralda2 en un vaso de fuego- cambiantes, acosadores,
frente a dientes implacables de león que sonríe.
 
Pueblo húmedo, pueblo fragante a acacias y a cardenales,
sobre sus graves espaldas un siglo descansa y se distiende.
 
Está su falda enflaquecida y remendada siempre,
para la niña de los cantaritos,
y va por el poema: "¡A treinta, a treinta!"
al levantar las manos, rojizas de sol de Otoño3
ilumina la tarde.
Se ha cubierto de flores secas.
Van y vienen hombres del mundo,
circulan los espectros humanos,
sobajean la mercancía,
estrujan gestos de moneda falsa,
aprietan la ansiedad del dinero.
¿Para qué tantos días iguales
como piedra de camino de negro?
"¡A treinta, a treinta!"
Para comer pan ácido hay que sufrir como la greda del cántaro.4
Cierra el día su mirada de terciopelo,
sobre las colinas de la oración católica,
y ella, la niña de los últimos hombres,
se va abrazando sus palomas de tierra dulce y triste.
 
Puente de curva floja hasta la orilla de la muerte,
en cuyo fondo hay agua cenagosa y verde,
agua con clamor de pedrería.
 
Me sobrecoge el metal líquido,
y el ademán conocido, que entrega el río amarillo.5
Como bostezos se abren deseos y penas al camino.
Concierto azul, agitan las campanas,
su vuelo es maternal y desvelado, lleno de las últimas naranjas,
y el corazón de los ilimitados, entre los navíos6 se ensancha inmensamente.
 
Vida de pueblo enmohecido y colonial,7
católicos y obtusos hombres de costumbres surcidas8 como iglesia de aldea,
hombres que hablan de acontecimientos del otro mundo,
de familias sin memoria,
el de más acá murmura, y está muerto,
el de más allá humilla al infeliz aldeano de piedra,
y todos beben vino bíblico con malicia y sueño.
 
Caminos, potreros, colinas, auroras,
tierras que suben por el río, plantíos maduros,
más tierras desesperadas ¡tanta tierra!
y tantos pobres, tan pobres: Juan, José, Amelia.
Juan se expande solo, cabalgando,
uno que otro pájaro cae al estampido de su escopeta.
 
Miro a los lejos tu traje negro y gastado,
miro tus corbatas de nudos graves,
esas corbatas que piensan cosas de acuerdo con tu alma.
 
Ayer fui triste como hoja cóncava y tiniebla,9
pero hoy mi tristeza se parte en dos mitades,
aterrada y confusa, abro mi corazón hacia el mar hirviente
y luego cierro los ojos para ver a la distancia.
 
Rosarito, has venido a verme,
con tus ojillos de laucha regocijada de ser laucha,
y tu voz sumisa, bajita, esclavizada;
el sombrío ramaje de tus pestañas me abanica,
y de nuevo tu voz me hiere al quebrarse en quejidos
y deshecha, entre papeles amarillos sin importancia.10
 
Cómo maltratan tu destino
tiznados menesteres domésticos:
lavar, bordar, cocinar...
-"Aún11 quedan dos pétalos de crisantemo
que esponjar sobre el terciopelo," dices,
y el terciopelo afligido, se arruga entre tus manos,
y se salpica de sombras tu delantal
con los sollozos de las golondrinas de Bécquer.
 
Ya el sol subió más arriba del ventanuco del granero,
lo ha sentido el abuelo Faustino,
y hace más de veinte gorjeos del canario.
 
Los carbones blanquean, como la historia del mundo,
el lino se acurruca en mi regazo,
los ojos que escuchan y las manos que piensan.
 
La oración que nunca termina,
¡Dios mío! tan larga la noche, tan larga y rugiente entre las casas,
¡Señor de los Ejércitos!
 
Los jinetes oscuros del viento
hacen vibrar los emparrados del dominio.
 
Se apagó la chonchona12 de la puerta
y tropezó la bestia en el umbral.
 
Llueve, llueve, llueve desde la madrugada,
huyen los pájaros, huyen las hojarascas de todos los ancianos,
los pequeños proletarios pintan la miseria del mundo13
chapoteando en los charcos.

Hablemos quedo para no despertar las iras del dios de los vientos.
Abajo unos toros rojizos braman
interminablemente al horizonte,
después, bajan sus cabezas pausadas
con el asentimiento tácito de su vida oscura y profunda.
 
Aquellas comarcas fértiles, anchas,
rebalsan los sentidos de un regocijo agrícola,
los músculos crecen, elásticos,14
y se piensa en los primeros días del mundo,
en aquellos en que las formas, las líneas, los colores, los ruidos, los olores,
edificaron aquella enorme palmera sonora y espectacular,
cuando seres de pies cristalinos
y cabelleras de viento incrustadas de piedras preciosas15
poblaron las hendiduras de la tierra pura,
cuando la alegría crecía como una mata de tiempo,
por las arterias azules de LO VIVO,
cuando caía hacia las aguas inquietas
el anillo de oro rojo y familiar,
y los ángeles jugaban ingenuamente,
sobre los tapices verdes ensombrecidos de silencio:
rondas y rondas y rondas danzaban
lanzando contra los troncos de oro enrojecido
las granadas risueñas, multiplicadas
en chispas de fuego alegres y nuevas.
 
Pero... había de venir el sueño
y se durmió LA VIDA,
se durmió sobre la sociedad de mariposas apachurradas,
sobre las alfombras cansadas de sangre y de llamas;
cuando el nuevo día arreaba por las montañas sus ovejas de luz,16
las piernas y los brazos de aquellos desventurados,
tenían el peso grave y omnipotente
del que ya ha vivido...
 
Como Rascolnicoff17,
siento un peso radial y mortal que me abruma,
escucho un latido de sombra,
se agita sobre mis cabellos un ala negra,
sobre su sueño, los párpados violetas
brillan en lo oscuro de mi alma.
 
Tierras pardas, pueblo de años,
la incipiente Primavera se desnuda como una niña,
espolvoreando ruborosos besos de durazno,
perlas y pensamientos de perales, guindos y cerezos.
Todo está plateado, abierto meticulosamente
como un abanico de señorita de ayer.
 
"Es imposible construir en el vacío," ha dicho.
Es imposible...
 
Al alejarse, como un árbol, alto,
sus brazos calan, como ramas o frutas,
las manos se movían como aquel que quiere asir al pasar
cosas livianas: cabellos, almas o pétalos vencidos.
 
Allá la alameda encendida de los aromos;
¡allá va! ¡allá va!
Cansancio de enredadera sobre los muros antiguos,
su cabecita morena es un diamante o una estrella sin rumbo,
es ella la misma, la de los cantaritos de greda,
qué bien sobre la tarde roja, lucen los rojos
de su pollera remendada.
 
Miro y palpo la dulzura en la curva de todos los ríos;
el agua está más azul que la florecilla del tiempo,
visto de flores las sombras,
agito cortinajes heridos,
oprimo cojines perezosos y canto...
haciendo coro al rumor del cielo, bordado de pájaros.
 
Amelia, la solterona, viene de la Iglesia;18
"¡tan oscuro y ya regresa!" he dicho,
-"Dios no duerme y nos espera desde siempre..." ha contestado.
 
Siempre el mar de mi niñez, siempre el mar,
agitándose vivo, vibrante, oscuro, azul, infinitamente eterno,
tan azul que cada mañana nos cuenta una historia distinta.
 
En la ventana del cielo el Invierno ha colgado sus aguas,
los pájaros tienen el dolor de su silencio,
los ganados y los rebaños añoran el Abril ido,
por los caminos de la oscuridad se oyen galopes y aullidos de muertos.
 
Grandes ojos, que en la noche encienden leyendas son los vientos del Sur,
en la prisión del espanto las criaturas lloran de frío,
la madre abriga al hijo dormido con el fuego de sus pupilas,
mientras que allá, lejanos humos y rayos agitan la montaña.
 
Los automóviles pasan y brillan a la distancia,
-meteoros del Invierno--,
entre sus impermeables, el rico sale a recoger las hojas muertas de su fantasía.
 
Azul y oro, cruzado de luz tibia, el cielo;
por mis brazos desnudos cuelgan estrellas, su racimo,
águilas de alas negras dibujan sus consignas
a través del árbol transparente de mi cabellera.
 
Sus nervios y sus lágrimas sueltan menudas hojas,
haciendo coro y ronda al viento que corre alrededor de la tierra,
ha llegado la tempestad, enredada de auroras
y la siento en mi lengua abrigada de mieles y besos.
 
Blancos, lechosos muslos estremecen la noche.
 
Su intenso traje de sombra herido entre boscajes,19
allá una llama, un grito, un picaflor de luz,
abarcadora y total: ¿Eva?
lo descubriría todo, lo cubriría todo:
árboles, pájaros, briznas, celajes fugitivos.
 
Desconcertante y marina
con el corazón de pétalos intermitentes
destrozaría mariposas, plumas acaecidas del sueño.
 
Pelo esplendente,
ojos, rumor de algas, cristal de tilo nuevo.

Aquel estrado verde, largamente verde como la mano de Dios,
de vanidad y de presencia la envolvían,
sinfonía de alabastros y nieves CANDENTES,
harían huella en la tierra morena.
 
Fuente de plata, de mirada celeste,
fuente henchida y entraña de primera canción.
 
Yo escribo así: "Eva y la fuente,"
y allí dentro las hojas, las algas, su cuerpo de línea libre y vegetal.
 
Manos de harina intocada,20
de pan y agua, detenida a la altura del rostro...
en la primera actitud femenina extendida entre los mares sobre la tierra.
 
 

1 Sin tilde en Oniromancia, p. 27; con tilde en SYD, p. 108.
2 "esmeraldas" en Oniromancia, p. 28; "esmeralda" en SYD, p. 109.
3 Punto en falso en Oniromancia, p. 28.
4 Punto seguido en Oniromancia, p. 28; coma en SYD, p.110; ambas con mayúscula siguiente.
5 Ídem en Oniromancia, p. 28; sin punto en SYD, p. 110, pese a la mayúscula siguiente.
6 Corte de verso en Oniromancia, p. 29.
7 Coma en Oniromancia, p. 29; sin coma en SYD, p. 110.
8 "Surcidas" y no "zurcidas," ver nota 73 a Cantoral (desde ahora C).
9 Sin coma en Oniromancia, p. 29; SYD, p. 111.
10 Sin punto en Oniromancia, p. 29; SYD, p. 111.
11 Sin tilde en ambas ediciones, p. 30 y p. 112, respectivamente.
12 "Chonchona," feminización de "chonchón:" en el campo chileno designa una lámpara hechiza que sirve para iluminar las viviendas o los exteriores, que consiste en una botella llena con parafina o petróleo, con una tapa que deja salir una mecha de trapo; en la pampa salitrera solía usarse con aceite de lobo marino. Otras acepciones: Chile: volantín hechizo, de papel de periódico, que los niños elevan mientras corren; Argentina y Chile: ave nocturna maléfica del imaginario mapuche, que según algunos estaría relacionada con el búho o lechuza, especialmente con el chuncho (búho Glauidium nanum); Argentina y Chile: otra creencia mapuche dice que es un espía de los brujos que dañan a la gente; Argentina y Chile: el chonchón -tué-tué lo llaman los no-mapuche- es un brujo -en rigor la cabeza alada de una bruja- que sale a volar por la noche con el fin de hacer daño o causar enfermedad, pudiendo ocasionar la muerte si no es detenida a tiempo por fileo o machi. Suele representársele como un búho o lechuza, o como una cabeza humana con alas, a partir de enormes orejas que le sirven para volar. No figura en el Diccionario de la Lengua Española, de la Real Academia.
13 Punto seguido sin mayúscula consiguiente en ambas ediciones, p. 30 y p. 113. Evidente error tipográfico.
14 Sin coma en Oniromancia, p. 31.
15 Coma en Oniromancia, p. 31; SYD, p. 113.
16 Sin coma en Oniromancia, p. 31; SYD, p. 114.
17 Se refiere al personaje Rodion Raskolnikov, joven estudiante y asesino, protagonista de la novela de Fedor Dostoievsky, Crimen y castigo.
18 Sin punto y coma en Oniromancia, p. 32; SYD, p. 116.
19 Coma en Oniromancia, p. 33; sin coma en SYD, p. 117.
20 Sin coma en Oniromancia, p. 34; SYD, p. 118.