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La lira de algún satélite desfigurado,
espoleado, declamador,
rompe circunferencias que arden, rotas;
techumbres dan alivio
con un cohete de
ultratumba en tapias aldeanas, coloradas.
Con su contorno sucio, de
librea, una ciudad creciente, fábricas
con amplitud de calles hermanas
por argolla y futuro de llagas:
faenas, hipotenusa, basura, movimiento en combate de agonía y círculos.
Completa
humareda sorteada, panales
al descubierto, enseñoreándose
serenos, dolidos,
sobre promontorios sentados, indefensos en el pórtico carcomido.
Cartelones-lunados.
Por el Guayas, la bagatela, los peligros,
la intermitencia, los telegramas y el rubro
de alcatraces malditos.
Algo gime cruel, agrandado, en la garganta dentada, sanguinolenta,
de algunos peces cuadrados, artesanos,
en navío de signos actores
la voz bordada
de la criatura fea se mata quintaesenciada,
medrosa y espectacular en su desarrollo
barato y vacante.
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