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Vivir a la entrada de un documento viejo
que da paletas enlutadas y
ráfagas de artillería en carpeta mecánica
para despertar piedras paspadas, plegarias
leñosas y jerigonza.
Esteros englobados y embobados, forasteros, largos ríos de salmos veleidosos
de conjugación en permanencia y
pompa de imposible y lamento.
El corcel pueblerino acomete rabioso
y unísono empujando
el pesado caudal persistente, echado en la honda cola de
langosta.
Con el cerebro
al revés, dilatado, en hamaca púrpura,
ignorante, placentero, inocente,
miro a Dios-Dictador a mis plantas,
el que con barniz vidente,
precipitado de smoking y coraza urbana
rompió en pedazos la vorágine
de alarde de un penacho.
Cartón de pepas rojas cuyo resumen
es la altiplanicie que crepita sus ciclos
sobre lo inmaculado traslúcido en metamorfosis campestre.
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