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Un parpadeo de tinta escolar, se abre discontinuo,
loco, efusivo.
Luciérnagas acompañan la arrogancia
temperamental
del abejorro
rumoroso,
mercader de la conquista incendiada del
pirata.
A lo lejos un escuadrón de fiesta popular
abriga la acuarela crepuscular
de la caleta y sus mendrugos.
Arroyos con piyamas1 matinales en corolario feliz, plasmados,
o ramazones de substancia gemebunda de nenúfares en desvelo.
Desarticulando los pulmones agrícolas del maíz en
lámpara de números,
y el dorso de imprenta
de sus terrenales figuras-bestias,
un ocre de edades y de castas amotinándose en sus
muletas patinadas.
Taller de pétalos
de bronce -esmeraldinos-, que se funden,
cardales graves de ciudades
que oscilan, romería póstuma, portada,
estoicas tembladeras, arquetipo de picaflores, (hilo),
ya inventados
en la suerte sin determinación
que extravía el acento singular de toda transparencia.
1 Forma
escrita menos usada de la "pijama," exclusiva
de Latinoamérica.
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