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La floresta uniforme, tendida, morada de prófugos,
cruzada de sorpresas tenebrosas y quejas de tiempo en la felpa nocturna,
posesionada de su arbitraria y magna importancia
carnicera.
La jefatura imponente de potros-toros majestuosos
en algazara,
sin control,
chapotean en charcos elementales de pezuña y mandíbula.1
Atardece
en absoluta calma prodigiosa, ovalado-emancipado,
mientras la lupa cincela el galope de estrépito con lazarillo, báculo
de los muertos ateos de la roñosería en chinelas de abrigo.
Me rodea un tenaz círculo de fuego que afeita, holgazán,2
la inmensa noche aposentada
sobre el espíritu pujante en investigación,
anegado y atónito en brote de lenguaje y autopsia rokhiana.
Baltimore,3 cuna y martillo,
serpentina del verso forjador,
parpadeante de lentejuelas,
clamores, ballenas y zumbido de vampiros.
Siempre hoscas porciones de
pariente de linaza que saludan
a sus albañiles agoreros, y pasan ladrando enfurecidos.
1 Sin
punto seguido en SYD, p. 206; en ASA,
p. 201.
2 Sin
coma en SYD, p. 207; en ASA,
p. 201.
3 "Baltimore, cuna y martillo"
hace referencia a la celebración en esa ciudad-puerto el 20 de agosto de
1866, tras varias huelgas y protestas a lo largo del siglo XIX en Estados Unidos, de un gran Congreso Ob-
rero, en el cual los trabajadores deciden abandonar los partidos burgueses
y organizar el Partido
Nacional Obrero.
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