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Las ruecas
con su dulzor femenino de esencia cantarina1
adquieren cirios discretos en el candor del huerto espectador.
El concho del vaso de horchata, en la sima, rueda
con índice,
a favor de los
remansos, ermitaño, en lo alto de la pasión;
atletas de pechos esporádicos
o aspirando a una columna grácil,
intolerante y pisoteando la línea divisoria y
sus abejas legendarias.
Marx
y la grandiosa cabalgata de sus columnas,
nos descubrió la ruta-bandera del juramento,
y la herradura del Minotauro triunfador,
nos puso el pulso sobre las orfandades
heridas.
Soldados de hallazgo dan palmazos enardecidos
a lo rocoso
en las muñecas del templo con gallo y Cancerbero.
Zumbador del aire, radiante, enyuga las celosías al hallar tu excelso lecho
clasificándote sobre sollozos
soberbios e impura cóncava palanca.
1 Poema
que en SYD se junta con el precedente.
Ver nota anterior.
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