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Maletas y calendarios victoriosos, pantallas míseras
confunden escaleras de nervios y
vitrales de ámbar y verbena;
paredes de esponja con decoración en andrajos,
invernaderos,
población de ventanas,
en verdad, como ojos-brasas-hondos,
con suma ternura interior, de oreja,
para refugio de fantasmas;
todo lo que
eriza y abarca y define el apunte callado,
serenata
del baúl de esmero
de sus panoramas inmóviles.
Trepada por capítulo al mirador de las calandrias
entre fusas y corcheas,
los pies curvos del planeta y su arco carpintero de kilómetros,
me sirven de pedestal, zapatos y punto de partida.
Veintitrés de noviembre con ración de pavo tradicional,
verduras
amargas, nueces, castañas, mito, imbecilidad, cucharas,
pan prieto de festín, jalea,
vino de tribu en copas delgadas,
bandeja de suspiros
del May-flower y la piratería "bronté" del párroco.
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